La carta le llega a Elisa, dice que la escuela va a evaluar y calificar a su hijo Maycol, que está en séptimo grado, y que si no alcanzó los contenidos habrá un período del año que viene para recuperar. Elisa está preocupada, Maycol hizo muy poco este año porque comparte celular con la hermana y la conexión en su casa es muy mala: se las presta un vecino.
Paula recibió la misma carta. Con internet no tienen problema en casa, computadora hay. Pero su hija está en primer grado. No llegó a alfabetizarse, no está siquiera cerca. Paula desconoce cómo ayudar a su hija, que también será calificada.
Valentina está en primer año de la secundaria, no llegó a entender cómo es la dinámica de la escuela media, su papá y su mamá trabajan todo el día y no la pudieron ayudar; y ahora se entera por el grupo de whatssapp de su curso que a fin de año la calificarán en materias de las que ni se aprendió su nombre. La carta es clara en cuanto a las responsabilidades de las familias: “Hoy su rol es fundamental”. El Estado como garante, bien gracias.
El Ministerio de Educación, a través de la Resolución 2020-2215, dispuso que este año habrá que calificar a lxs niñxs de primero a sexto grado y de primero a cuarto año con “Suficiente, “En proceso” o “Avanzado” y en los últimos años del secundario y séptimo grado, con nota numérica. Cambiaron las reglas de juego a mitad de camino. Ahora, hay que calificar.
No estamos en contra de la evaluación. Es una herramienta, un informe de cada uno de nuestrxs alumnxs, muchxs la usamos. Pero para nosotrxs, al interior de la escuela, para tomar decisiones, para pensar cómo encaramos el año que viene, un año que promete ser complejo. Tendremos que reunirnos para pensar la vuelta a clases, pensar qué contenidos vamos a trabajar, qué reagrupamientos vamos a tener que hacer, entre tantas otras cuestiones que hacen a nuestra tarea. Recibiremos niñxs con muchas más diferencias que antes. No, no estamos en contra de la evaluación. Pero calificar es una cosa y evaluar para tomar decisiones es otra muy distinta.
¿Todos con la misma vara?
Sabemos que en la escuela no podemos evaluar a todxs de la misma forma. De hecho, desde Ademys siempre rechazamos las evaluaciones externas y estandarizadas. Nuestras aulas son cada vez más heterogéneas, las diferencias se sienten cada vez con más fuerza y, sobre todo, en este período. La falta de computadoras, de conectividad, la ausencia de dispositivos y la necesidad de compartirlos en una familia con muchxs niñxs, los espacios para hacer cómodxs la tarea, la posibilidad o no de que lxs adultxs ayuden con ella son factores que han ensanchado las desigualdades ¿Es posible calificar de esta forma?
Nuevamente habrá que aprovechar ese lazo que se fortaleció entre las familias y la escuela para explicar por qué nos oponemos a hacer repetir o mandar a promoción acompañada a nuestrxs alumnxs en este período.
La decisión unilateral del Gobierno de la Ciudad de calificar en este momento, nuevamente deja a la luz lo alejadxs que están de las escuelas y de lo que ocurre en ellas. Al igual que con el intento de apurar la vuelta a clases, las preocupaciones no parecen ser las pedagógicas. No, no rechazamos la evaluación. Rechazamos este tipo de decisiones arbitrarias, tomadas por un Gobierno que seguramente necesita ser evaluado, para ver cuáles vienen siendo sus falencias.
¿Cuándo será el momento de evaluar las consecuencias del recorte que el GCBA hace a las canastas alimentarias? ¿Qué calificación le caberá a este gobierno en su tarea de garantizar dispositivos para todxs, conectividad para todas las familias para que puedan sostener el vínculo con la escuela?
Después de intentar el regreso presencial -en medio de la pandemia- de lxs pibxs sin recursos, de querer llevar las escuelas a las plazas exponiendo a docentes y estudiantes a todo tipo de riesgos, de pretender que se impartan clases en enero con docentes contratadxs por fuera del Estatuto, de anunciar todas estas medidas inconsultas e improvisadas a través de operaciones mediáticas, ahora el Ministerio de Soledad Acuña da otra muestra de su completa ignorancia e insensibilidad en materia de educación, de su desprecio por la escuela pública y por la labor docente. Y, sobre todo, quiere transformar en estadística y homogeneizar con una calificación un proceso de aprendizaje discontinuo, dispar, lleno de obstáculos. Un proceso que, lxs pibxs de la escuela pública, han intentado sostener desde una pantalla que devuelve una imagen entrecortada de unx docente que intenta enseñar con sus propios y deficientes recursos. Un proceso que lxs pibxs de la escuela pública también han intentado sostener con sus propios y deficientes recursos, si es que los tienen. En definitiva, un proceso que ha profundizado la desigualdad en el acceso a la educación, responsabilidad exclusiva del Estado. En definitiva, un proceso que, entendemos, de ninguna manera se puede calificar.
Secretaría de Asuntos Pedagógicos de Ademys