Con más de 850.000 casos confirmados, y un promedio de 15.454 casos diarios, Argentina es el séptimo país en el ranking mundial de cantidad de contagios, detrás de Estados Unidos, India, Brasil, Rusia, Colombia y España. Nuestro país ocupa trágicamente el puesto número 17 -también a nivel mundial- de cantidad de muertos por millón de habitantes, con 510 fallecidos por cada millón de habitantes, cerca de Italia, que tiene 594 muertes por cada millón. En la Ciudad de Buenos Aires el promedio semanal de contagios es de mas de 1000 personas diarias. El total de fallecidos en nuestro país hasta ahora es de 22.710 personas (al 09/10/2020).
Estos datos, que parece que hemos comenzado a naturalizar como fríos números, representan a padres, madres, abuelas y abuelos, amigos y amigas, hijos e hijas, personas que la pandemia va matando. Y esto incluye a los menores de 20 años.
En Argentina el se llevan contabilizados 56.064 casos confirmados de COVID-19 en menores de 18 años – siendo 13.697 de menores de 5 años, 11.857 de niñes entre 5 y 9 años y 31.160 entre 15 y 19 años, según datos del Ministerio de Salud Nacional. 52 de esos chicos y chicas murieron.
Pero sin importar el número de muertos y contagiados, sin importar el riesgo para la salud y la vida de miles estudiantes y sus familias, los gobiernos profundizan su política aperturista respondiendo a las presiones empresariales y el lobby mediático. Está claro que, a diferencia de los discursos que planteaban la prioridad de la salud de la población frente al lucro y al interés por las ganancias, hoy, nuestras vidas, las de nuestra familia, y de toda la comunidad, no son lo más importantes.
Como venimos sosteniendo en base a los informes de organismos como la Organización Panamericana de la Salud y como lo demuestran los resultados de las experiencias negativas que ha tenido la apertura de escuelas en Francia, España, Israel (3 países en los que se han vuelto a cerrar las escuelas por la disparada de casos que generó), Estados Unidos, o en provincias como San Juan, no se debe volver a la escuela presencial hasta que deje de haber circulación comunitaria del virus.
Lo contrario implica una multiplicación de casos que los ya colapsados sistemas de salud no podrían soportar, generando un incremento en la cantidad de muertos.
Los y las docentes, directivos, supervisores, quienes sí nos preocupamos y ocupamos cotidianamente no sólo por el aprendizaje sino por la salud y las vidas de nuestres estudiantes y sus familias, sostenemos que en este contexto no podemos de ninguna manera volver a las actividades presenciales. No podemos correr el riesgo de perder la vida de nadie. No hay lugar para el juego de la prueba y el error con nuestros pibes y pibas, con nosotres y nuestras familias.
¿Podemos quedarnos de brazos cruzados mientras nos dicen que hay que ver cómo evoluciona? ¿Por qué son siempre las vidas de los más pobres las que se ponen en juego? Las de quienes no podrán ir a clínicas privadas, las de quienes no pueden tener alimentación suficiente para fortalecer su sistema inmunológico, las quienes vienen con cuerpos ya deteriorados por la miseria que no resistirán el impacto del virus. No podemos permitirlo.
Desde Ademys rechazamos la política aperturista de escuelas de Trotta y Acuña. Seguimos insistiendo en que haya dispositivos y conectividad gratuita para todos y todas.
Mientras siga la pandemia, mientras siga habiendo circulación comunitaria del virus, no volvemos a la escuela presencial ni a ningún tipo de actividad presencial.