Secretaría de Asuntos Pedagógicos.
Un aporte para el debate, por Carolina Nazar
Si la historia oficial se construye a partir de héroes y villanos, a San Martín, sin dudas se le asignó el rol de héroe, sin embargo, pensar de esa forma la historia, supone un relato sesgado opuesto por el vértice al pensamiento crítico al que como docentes debemos apostar. Es por eso que, al igual que en oportunidad de conmemorar el 9 de julio, les acercamos ahora, desde la Secretaría de Asuntos Pedagógicos de Ademys, el presente texto. Lo hacemos con el objetivo de abrir los debates y las reflexiones que cimientan ese tipo de pensamiento, el mismo que, día a día, proponemos que nuestrxs estudiantes construyan.
San Martín en su tiempo
José de San Martín fue un hombre de su tiempo, un tiempo marcado a fuego por las transformaciones devenidas de tres revoluciones determinantes para la historia de occidente: La emancipación de las colonias inglesas (Estados Unidos), la Revolución Francesa y la primera fase de la Revolución Industrial.
En ese convulsionado mundo, el liberalismo se imponía como corriente económica predominante a la par que el republicanismo trataba de hacer lo propio en lo político. San Martín no fue ajeno a ésto y abrazó con fervor las ideas liberales, creía en el libre comercio y esta concepción de la economía, lo hacía ser absolutamente consciente del agotamiento y derrumbe de régimen colonial monopólico que España mantenía con América.
Si bien se identificaba con las ideas liberales en lo que que refiere a lo económico, no pudo hacerlo con las ideas republicanas en lo político. Desconfiaba de un régimen basado en la división de poderes y se inclinaba, a la hora de pensar el mejor sistema político para estas tierras, por la idea de un poder central concentrado, o sea una monarquía que, a su entender, debía ser incaica para gozar de legitimidad.
San Martin en América
Los historiadores liberales durante años nos hablaron de que San Martín decidió venir a América guiado por un sentimiento de amor a su patria natal. Esos planteos románticos e incomprobables nos privan de reflexionar sobre los contextos culturales en los cuales se desarrollan los hechos históricos que investigamos, sesgando los análisis y debates que podemos abrir en las aulas desde nuestro rol.
Los procesos independentistas americanos fueron, fundamentalmente, liderados por las clases criollas dominantes de cada región. Aquí: los comerciantes, los estancieros y saladeristas. En el Alto Perú: los comerciantes y mineros. Estos sectores se identificaban con las ideas liberales y coincidieron con los intereses británicos en el rechazo al monopolio español. San Martín, en Europa se había relacionado con liberales brítánicos y es probable que estos vínculos hayan influído en su retornó a América casi 30 años después de haberla dejado siendo un niño.
Como dijimos antes, El régimen monopólico colonial español se encontraba cada vez más resquebrajado, sin embargo, las clases dominantes criollas tenían, a la hora de ir a la guerra para conseguir la Independencia dos grandes limitaciones:
La primera, se relacionaba con el contexto político internacional: Gran Bretaña quería el fin del monopolio para poder colocar los productos de su floreciente industria aquí, sin embargo, apoyar directamente los planteos independentistas americanos, implicaba generar un conflicto con España que era su aliada en la guerra contra Napoleón.
La segunda de índole social y política: Las elites criollas debían movilizar a la guerra a las masas que ellos explotaban. Esto suscitó la emergencia de corrientes que representaban a esas masas pero con posiciones más radicalizadas. De estas corrientes, vamos a destacar dos en particular (ya que son la que se relacionan con lo que nos proponemos analizar).
La corriente Artiguista de la Banda Oriental
La resistencia indígena y mestiza del Alto Perú.
La lucha que libraron las elites criollas contra estas corrientes radicalizadas se plasmaron en los vaivenes que caracterizaron al período posterior a la Revolución de Mayo donde lo que los sectores acomodados buscaban era liberarse del monopolio español sin retroceder ni ceder poder a las masas oprimidas.
San Martín, como muchos dirigentes de esta época, tuvo una actitud dual frente a estas corrientes profundamente radicalizadas y esas dualidades se evidenciaron, cuando avaló, por ejemplo, la invasión portuguesa de la Banda Oriental a la par que se negaba enviar al Ejército de los Andes a reprimir a los federales de Artigas. Esta desobediencia a las órdenes de Buenos Aires, tiempo después, las elites gobernantes se la harían pagar cara. La invasión portuguesa, amputaba, de hecho, una parte del territorio del viejo Virreinato del Río de la Plata a la par que tranquilizaba a muchos porteños que, con tierras del otro lado río, temían que el artiguismo los despojara de ellas. Esta corriente desarrollaba allí el primer borrador de reforma agraria en América.
Otro contrapunto que entendemos importante problematizar, es la decisión de emprender el cruce de los Andes. Es importante entender los motivos de este viraje en la estrategia militar. San Martín decide, en lugar de insistir en las campañas al Alto Perú, tal como había sido hasta entonces la política gubernamental, sostener una línea defensiva en Salta y Jujuy y volcar el grueso de las fuerzas en hacia Chile para, desde allí, trasladar una gran fuerza militar por vía marítima a Perú, corazón del dominio español en América del Sur. En su historia de San Martín, Mitre va a justificar esta estrategia en que “el movimiento de opinión del Alto Perú (favorable a la independencia) era orgánicamente débil como idea y como acción”, sin embargo, esta caracterización se refiere a las clases acomodadas y desconoce la enorme resistencia que indígenas, mestizos y analfabetos libraron entre 1810 y 1825 en una incesable guerra de guerrillas contra los realistas. En este sentido, plan de San Martín, era mucho más complejo desde lo militar, aspecto que (sin dudas) era su fuerte pero resultaba más sencillo desde lo político ya qué evitaba unir la lucha por la independencia a la movilización social.
La campaña del Perú se realizó por dos frentes, por vía marítima (gracias al apoyo inglés) y haciendo avanzar a las defensas del Norte. Después de tomar Lima, todavía existían focos de resistencia realista. San Martín requirió ayuda al gobierno de Rivadavia, el cual se la negó. En Perú se encontró con una realidad que no era la misma del Río de la Plata: el 60% de la población era indígena de tradición comunera, o sea cultivaban en tierras comunitarias. El reclamo de la tierra no fue tomado por él y, contrariamente a los intereses populares, disolvió la comuna para darle lugar a la venta de las tierras, dando paso, así, al latifundio. Fue forzado a una reunión con Bolívar, por no contar con el apoyo de Buenos Aires, y le sugirió que prosiga su obra. Después de algunas diferencias con su par, elige retirarse, dejándole a Bolívar parte de su ejército y sus oficiales. Cuando vuelve a las Provincias Unidas, Rivadavia estaba llevando adelante una campaña feroz contra él. Pidió autorización para regresar a Buenos Aires por la enfermedad de su mujer y Rivadavia le manifestó que no sería seguro. Su negativa a traer al Ejército de los Andes a reprimir a los federales de Artigas provocó que lo quisieran someter a juicio. Cuando llegó a la ciudad, a causa de los retrasos provocados por el gobierno de la provincia en darle la autorización para ingresar, su mujer ya había fallecido. Algunos pretendieron postularlo a un liderazgo político de tipo absolutista, pero lo acusaron de conspirador y decidió marcharse a Europa.
Algunas conclusiones necesarias
Sin dudas las epopeyas militares de San Martín resultaron determinantes para materializar la Independencia americana. Su formación y experiencia militar fueron un baluarte en la guerra librada contra los realistas en estos territorios y los relatos de las campañas que realizó son harto conocidas por todxs. Nuestro objetivo, con este texto, fue contextualizarlo en el tiempo que le toco vivir, signado por revoluciones y luchas, analizando su pensamiento político y sus decisiones en los espacios que le tocó ocupar.
San Martín,ciertamente, eludió el mayor desafío revolucionario que representaba el Alto Perú y se acomodó a las limitaciones de las fuerzas dirigentes. En eso estuvo muy por detrás de Castelli que pretendió “conquistar la voluntad de los indios” tal como se lo indicaban “las instrucciones secretas impartidas por la Junta de Buenos Aires, a instancias de Moreno”. Lo mismo tras la liberación de Perú, donde evitó toda medida que conmoviera el dominio de la aristocracia limeña. Fue un gran líder militar pero por sobre todo un hombre del orden, contrario a las conmociones sociales.
Si bien no se prestó a traer el Ejército de los Andes para reprimir a los federales, no se opuso a la represión y estaba convencido de la necesidad de acabar con el “anarquismo artiguista”.
Queremos destacar que los contrapuntos aquí expuestos con la historia oficial no pretenden establecer un juicio de valor sobre su persona, sino enmarcar al hombre en el tiempo que le tocó vivir, entendiendo el contexto político, económico y social que transitó y del cual fue parte. Es importante señalar que San Martín, con todas las limitaciones que, como líder revolucionario tuvo, no dejó de ser una figura incómoda para el poder de turno y esto se debe a una importante virtud de la que en todo momento dio cuenta. Siempre se mostró consecuente con sus ideas y éstas, en más de una oportunidad no se alinearon exactamente con lo que las elites esperaban de él.
Por otro lado, también vale dar cuenta, que su compromiso con independizar estas tierras no está en duda. Que su estrategia no haya sido involucrar a las masas en este camino no lo pone del lado de quienes retaceaban la independencia a sus prebendas personales… y, más allá, de cualquier contradicción fue un militar que jamás alzó su sable para dominar a un pueblo…
Por último, queremos cerrar este texto dando cuenta de que los mismos que lo ningunearon, persiguieron y forzaron la exilio son lo que, años más tarde, y desde un relato rosa y falaz, utilizaron su figura para hacer de ella un mito fundacional que utilizaron para la construcción un “ser nacional” a la medida de sus intereses; impuesto desde los distintos aparatos ideológicos que, el incipiente estado argentino, iba desarrollando. No en vano la primera persona que contó su historia fue nada más y nada menos que Bartolomé Mitre en su libro “Historia de San Martín y de la emancipación americana” de 1887.