Aunque la virtualidad no reemplaza, ni se acerca, a todo lo que pasa en las aulas día a día, buscamos la manera de hacer que la escuela esté presente durante esta etapa. Desde la Secretaría de Asuntos Pedagógicos, compartimos algunas experiencias para pensar la escuela en tiempos de cuarentena.
Una profesora de Literatura elige los cuentos que más le gustan para ir enviándoselos a sus alumnxs. Preferiría guardar estos cuentos para cuando vuelvan a verse, pero decide que lo mejor es sostener ese entusiasmo por leer literatura.
Una maestra de 1er grado quiere mandarles un libro álbum leído por ella a sus pequeñxs. Graba mil veces, las imágenes no se ven, el sonido sale mal, el video pesa mucho. Va de tutorial en tutorial mientras se pregunta cómo y cuándo se van a alfabetizar sus alumnitxs.
Un maestro de 6to saca un permiso y va en bicicleta a la escuela. Lleva impresas algunas pequeñas tareas y les avisa a las familias que se las entregará en mano cuando vayan a buscar la más que frugal vianda que entrega el Gobierno.
Una maestra de sala de 5 decide jugar a la lotería por Zoom con sus alumnitxs. Sabe que no estarán todxs, y eso le hace mucho ruido, pero desea que se vean las caras, que hagan algo de lo que les gustaba cuando estaban en la escuela.
Una maestra de 7mo arma un grupo de WhatsApp. Nunca le convenció esto de dar su teléfono, pero ahora decide usar la tecnología que las familias de sus alumnxs tienen a su alcance, la única que la acercará. Manda fotos con las tareas, pero no todxs las entienden. Lo único que le funciona es mandarse audios con sus alumnxs y responderles todo así.
Tres profesores de la orientación en Comunicación en Media intentan pensar juntos aquello indispensable que lxs pibxs deben saber sobre sus materias. Cada uno deja su librito y arman una sola actividad integradora, con una premisa: Escriban, reflexionen, pregunten. Acompañan con bibliografía mínima y una clase grabada. “La grabo, pero me pongo una camisa, ¡eh!” dice el que se anima.
Una maestra de 3er grado decide, venciendo todas sus vergüenzas, filmarse. Les cuenta a sus alumnxs cómo está y qué hace en estos días y lxs invita a hacer lo mismo. De a poco, cada unx va mandando un audio, una foto o un video y su teléfono se va llenando de voces y caras. Por ahora, se ocupará de volver a tejer el lazo.
Una profesora de Formación Ética y Ciudadana logra que sus alumnxs dejen de pensar que el 24 de marzo es una fecha de entrega para que puedan reflexionar sobre lo que pasó hace 44 años. Pero aunque intenta e intenta, no logra que las respuestas virtuales aporten a un intercambio colectivo.
No hay una receta. No hay soluciones mágicas. Cada semana cambiamos de rumbo. Mandamos menos, más corto, buscamos otra forma de que llegue la tarea, el saludo, la propuesta.
Mientras tanto, las presiones vienen de todos lados. Y en este momento donde la angustia crece encerrada en cuatro paredes, todo se multiplica. Algunas conducciones nos piden que mandemos tarea y mucha, como si estuviesen en clase normal. Que busquemos las herramientas, hay un montón. Que usemos Edmodo, Zoom, que algo tienen que hacer, que no pueden quedarse sin hacer nada, que tienen tiempo. El discurso de algunos funcionarios y opinólogos de turno contribuye a ejercer más presión.
Lo que estamos haciendo no es educación a distancia. Esa es una alternativa que se elige cuando se sabe que se cuenta con las herramientas y la disposición para hacerla. Y aquí la tecnología no está, o al menos, no está repartida por igual. Hay familias que no pueden: no tienen mail, no saben cómo abrir el archivo, no tienen la computadora, no tienen conexión, la computadora la comparten entre varixs, se rompió, nunca nos la dieron, nos falta el documento, no hay ganas, hay encierro, no quiere hacer la tarea, no puedo ocuparme de todo y también ayudarlo. En las casas las preocupaciones son otras. Hay preocupación y angustia por lo que se viene, hay que juntar el mango para la olla y, ahora sí “vivir con la incertidumbre”.
En tiempos de aislamiento, la soledad del trabajo docente se nos hace más fuerte. Por eso, empezamos a buscar respuestas entre nosotrxs. Nos preguntamos qué hacés, cómo lo hiciste. Quizás ahí está parte de la solución: en el pensar juntxs cómo llevar la tarea adelante.
Y mientras compartimos la angustia del encierro, imaginamos cómo hacer. Buscamos la voz y la respuesta de nuestrxs alumnxs. Porque nos importan, porque estamos comprometidxs con nuestra tarea. Y porque si hay algo que sabemos hacer lxs docentes frente a los problemas, es, de alguna manera, buscarle la vuelta.
Mientras lxs maestrxs y profesores buscamos, pensamos, creamos formas de acompañar y vencer la soledad del aislamiento, el Gobierno ni siquiera garantiza la comida y las computadoras para que lxs docentes podamos, incluso en este contexto, ocuparnos de lo que sabemos